EL CUENTO TUITERO (Con motivo del Día del Libro)

En 2010 puse en marcha un modesto, pero creo que divertido, proyecto para el Día del Libro de aquel año. Entre un manojo de usuarios de Twitter empezamos a escribir un cuento colectivo,  con pequeñas aportaciones de cada uno de nosotros. El resultado está más abajo. Pero antes, quiero hacer mención a todos aquellos que pusieron sus palabras en él (mis disculpas de antemano si me falta alguien):

@maricruzpacheco, @AntonioDomingo, @Pherko, @Tintaalsol, @Cosechadel66, @acanelma, @AnnaCampoy, @DjaneSeiren, @mercur_io, @toulux, @skiken, @belisa, @Erronkari y @josepascua (tuve el honor de empezar y terminar la historia. 

Sin todos vosotros no hubiera sido posible.

Especie invasora

A pesar de mis ímprobos esfuerzos y las numerosas invocaciones a San Cucufato  para que me diera fuerzas en este trance, he acabado sucumbiendo a las presiones de mis lectores y regreso con una nueva entrega de mis vomitonas en prosa. Hoy quisiera referirme a uno de esos asuntos que nos gustan y nos preocupan a todos. No, no es la paz en el mundo ni el fin del hambre infantil. Tampoco que en la tierra reine el amor. Hoy vamos a hablar, amigos y amigas, de la naturaleza salvaje.

Sobre lo esencial, las mentiras o algo así

Según Groucho Marx, “Un hombre no se lo piensa ni un segundo si se trata de pagar cuatro o cinco dólares por un par de pantalones, pero lo pensará durante largo tiempo antes de emplear la misma cantidad de dinero en un libro.” Añado yo que si en vez de un hombre es una mujer, comprará ambas cosas. En estos dias en los que estamos tan alejados de los que hacemos habitualmente, en los que nos quitamos la careta y nos ponemos la mascarilla, es cuando caemos en la cuenta de que todas aquellas cosas que se nos antojaban imprescindibles, ya no lo son tanto.

Antes del final

Apenas hace un par de semanas, me enteré de que vas a existir. De alguna manera, un trozo de esta mujer que se acaba quedará en tus manos, en tu mirada, en el lunar de tu hombro y, espero, en tu memoria. Cuando empieces a pensar y a preguntarte cosas, yo ya no estaré aquí para contestar, para poder decirte todo aquello que nunca me atreví a decirle a nadie y todo lo que siempre quise enseñar a un niño, aquello que guardaba para una generación sin rencor, sin más ánimo de revancha que el de exigir su propio futuro. Y ahora que encuentro la oportunidad de reflejarme en una vida nueva, la mía ya es demasiado vieja.

Hoy no hay cuento

Estoy en otras cosas, preparando material nuevo para poder subirlo. Como cualquier juntaletras que se precie, necesito que me guste antes de ponerlo en circulación, antes de compartir ideas, fantasías y sueños. Y, creedme, no resulta fácil hacerlo cuando el mundo está limitado a cuatro paredes con balcón y una visita diaria al quiosco de periódicos o, si hay suerte, al supermercado. Aunque algo sobre el supermercado tengo entre manos, no lo voy a negar.

Un mal rato

Las puertas del tren de cercanías se abrieron y un hombre, cansado y ojeroso, pero sonriente, se apeó del ultimo vagón. Tranquilamente se sentó en uno de los bancos del andén y, despreciando las prohibiciones, se encendió un cigarro. Eran las siete menos cuarto, aún no se veían muchos vigilantes y la estación estaba al aire libre. Ella no tardaría mucho en llegar. Otras mañanas traía algo para leer durante el trayecto, pero hoy, su tradicional despiste se alió con el sueño y había olvidado el maletín en casa. Así que, para matar el tiempo, se dedicó a observar a la gente. Para él los hombres, en su estado más silvestre, se dividían entre tetistas y culistas. Nuestro personaje era un acérrimo defensor de estos últimos y, desde su situación privilegiada en el banco, tenia una incomparable perspectiva del catalogo matutino de glúteos. Con la llegada del verano, además, podía hacerse uno una idea, bastante exacta, de las tendencias de la moda interior femenina. Este año se veían muchos mas tangas que otros años, aunque seguía dominando el modelo de braga triangular con pierna alta. Bastante favorecedor, por cierto, salvo para grandes volúmenes. Era preocupante la persistencia en el tiempo de la braga de culo entero, autentica ruina para la nalga prieta de la mujer trabajadora.

Sin título nº 1

Buenas noches, Alfredo.

Empiezo así esta carta porque ahora son las ocho y media. Mientras se va calentando el café me he puesto a escribirte. Desde la semana pasada no ha ocurrido nada especial. El fin de semana fue, como siempre, un descanso que llega a aburrirme. Salí el sábado por la mañana al mercadillo y me compré un par de blusas. A la vuelta, comentando con las vecinas, comprobé que había hecho una buena compra. Claro que ellas casi siempre compran ropa demasiado cara para mí, pero las blusas me sientan muy bien. También compré una petunia roja en un puesto callejero de la plaza. Está toda llena de flores rizadas y queda preciosa al lado del arcón. Luego, el lunes, vuelta a la rutina, mi amada y despreciable rutina.

El desván de las mentiras

Se quitó las gafas y se levantó con un gesto de fastidio. Siempre olvidaba el cenicero. Mientras recorría el pasillo sigilosamente, intentando, por costumbre, que el traicionero suelo de tarima no crujiera, hizo un pequeño repaso a sus innumerables intentos por dejar de fumar. La primera tentativa seria llegó con el primer embarazo. Los remordimientos propios de las preñadas primerizas y la presión conjunta de madre y suegra casi tuvieron éxito. Durante varios meses, apenas encendía dos cigarros al día, ese par imprescindible después de las comidas. Al menos, esa era la versión oficial. Ocultó como pudo los pitillos de la mañana y el placer casi íntimo de fumar sola en el coche, apurando largas caladas en los semáforos, abusando del anonimato de medio cuerpo que ofrecen las ventanillas delanteras.

El rey de la casa

No lo entiendo, de verdad que no. Parece increíble que al borde del año dos mil ventiuno un servidor tenga que seguir preso de los semáforos de la calle Jorge Juan. Y el Ayuntamiento dale que dale con que el tráfico está mejorando, que si los subterráneos, que si más presencia policial en las horas punta, que si la grúa retira los vehículos que estorban la marcha normal de los demás conductores, que si Madrid central. Y una mierda.

Memorias de un pícaro ilustrado

¡Oíd, gentes del camino, peregrinos, feriantes y pastores! Acercaos sin temor y prestad atención mientras os hablo. No haced ruidos ni crujáis los dedos, aguantad los regüeldos y limpiad vuestras orejas. Sólo así podréis contar a vuestros hijos y nietos la más fantástica historia que nunca hayáis oído, leyenda que fue verdad, la aventura y desventura de Rodrigo de Alarcón, servidor de ustedes y de nuestro rey, de los hombres camarada y de las mujeres amante infiel. Viajeros y tratantes que venís del puerto de Almansa, de la villa de Hellín y de la vecina y reñida Chinchilla, haced reposo junto a esta cruz y relatad a vuestra vuelta las vivencias de pícaro, soldado y hombre de ciencia que alimentaron mi sesera antes del infausto día en que una espada morisca dejóme tullido a merced de vuestra caridad. Antes de que caiga la noche habré terminado y, creedme, en balde no será la espera. Martín, amigo mío, acércame la jarra de vino, que la lengua no quiero resecar.